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Contigo

Contigo me valdría cualquier plan: navegar en un mar de canciones, moverme al ritmo de la melodía que nos invade y escrutar las  letras que te llevan a un viaje agradable; o leer un libro, tanto como observar un cuadro y contarte las sensaciones que me sugieren: porque es a través de la belleza del arte donde todo cobra sentido;  o pasar una noche contigo solo para mirarte, tratando de diseccionar por donde atraviesas mi zona de seguridad sin yo advertirlo, y ver como fluye en derredor el halo que te envuelve;o acercarnos para que los sentidos explicaran lo que no tiene explicación: perseguir tu aroma, fundirme en tu espacio, y caminar por los sueños que me persiguen desde que te conozco. Pero, sobre todo, saber que estás ahí: cambia tanto mi percepción de la vida cuando estás delante, que conviertes en diferente cualquier plan

La mujer de la avenida

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Hay momentos irrepetibles en la vida que cuando surgen aparecen también las respuestas que llevas buscando; vivimos para momentos especiales, y tras ellos, queda la estela de perseguir esa sensación toda una vida, buscando nostálgicamente una sensación que nunca aparecerá, al menos de la manera que sentiste. La vida es, a veces, un segundo, pero basta vivir ese instante para comprenderla, y a veces, para justificar tu existencia. Eso fue lo que sentí cuando vi a Isabel. La conocí una tarde que se sentó junto a mí en una clase de Crítica Literaria. Envuelta en un aroma de emociones agradables, con un halo que proyectaba un atractivo increíble. Solo fue necesario un par de comentarios a las salidas de tono del profesor para cruzar las miradas y las sonrisas para siempre. A partir de ahí, un intercambio de apuntes, de teléfonos, un café, ...muchas miradas que nos llevaron al dulce sendero del deseo. Al finalizar el curso, y tras algunos desencuentros, desapareció. Un pequeño e

Mi libro

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Entró a la librería de siempre, buscando algo que le refrescara el mundo de los sentidos. Ojeó varios libros, unos con más opciones que otros para ser leídos. En uno de ellos vio una palabra, “caritontecida”, que le provocó unas risas de recuerdo, de un tiempo en la que la usó mucho tras inventársela una vez para definir la cara de Laura cada vez que la besaba. Pasó páginas y un pequeño sobresalto surgió cuando leyó el nombre: ¡¡¡Qué casualidad!!! La chica también se llama igual. De forma impulsiva fue al principio del libro y vio que el protagonista de la historia, contada en primera persona, no solo se llamaba Federico, como él, sino que además todos le llamaban Fede. Ya le parecía demasiada casualidad. Siguió hojeando y vio, como de forma sucesiva, aparecían su hermano Álvaro, sus padres Nicolás y Andrea, y que contaba la historia de su ingreso al psiquiátrico cuando sufrió su primer brote esquizoide Había datos que nadie sabía, algunos incluso que Fede ni recordaba. Lau